lunes, 23 de marzo de 2009

Lecturas-Readings

Ok ahora para no tener que echar mano al diccionario de inglés, rescatamos la opinión de un fiable periodista de música electrónica. Presenta un nuevo disco y habla del "minimal". Un articulo interesante para comenzar a seguirlo por los medios en los cuales participa.





martes 10 de febrero
Implantes de silicona
Javier Blánquez


Música electrónica en vena mes a mes1. Cuando decimos ‘minimal’, ya no decimos nada. Hace tiempo que esta palabra ingresó cadáver en el quirófano de la jerga musical, y ningún intento de reanimarla ha surtido efecto: su significado es más hueco que el de ‘música alternativa’ y como muletilla tiene más usos que ‘ochentas’ –parafraseo a Quevedo: “y tuvo más enredos que una araña; / más humos que seis mil hornos de leña”. O sea, sirve para todo, y por tanto no sirve para una mierda, he aquí su triste destino, anunciado a los cuatro vientos desde hace la tira. Esta reflexión no es nueva. Todos sabemos que la etiqueta minimal lleva años devaluada pese a haber sido usada con relativa propiedad en el arranque de su fama: en efecto, hubo un momento –años 2003 ó 2004, pongamos– en que el techno que subía con más fuerza e ingenio renunciaba a la velocidad, el recargamiento, insistía en la repetición sutil y, sobre todo, se nutría de minúsculos sonidos digitales. El problema en un principio quizá fuera no recurrir a la etimología de lo ‘micro’ –o sea, lo pequeño, lo subsónico– antes que a lo de lo ‘minimalista’ –repetitivo, pocos elementos–. Tanto da. En un principio sabíamos lo que queríamos decir, pero el verdadero minimalismo en el techno hace ya que yace sepultado entre toneladas de inanidad supuestamente house, supuestamente algo. Cada vez hay más paja envolviendo este grano, y uno ya se ha cansado de perder el tiempo escrutando y, lo que también es importante, intentando divulgar el verdadero significado de la cosa.Toda esta parrafada de arranque tiene mucho que ver con “The Grandfather Paradox. An Imprudent Journey Through 50 Years of Minimalistic Music” (BBE, 2009), el disco de sesión en el que la troupe InnervisionsHenrik Schwarz, Âme, Dixon– mete la cuchara en la escena del minimal con intenciones, por lo que se ve, didácticas y clarificadoras. Fue Kristian Beyer de Âme, hace ya un par de años, el que pronosticó, cual un Fernando Arrabal pedo, que el fin del minimalismo, como el del milenarismo, iba a llegar. Y sí, está llegando –será una agonía lenta, como la del General Franco entubado, pero tendrá fin–, y desde Innervisions se ha hecho bien en apostar por una vía diferente, enraizada en el deep house y el techno clásico, pero lo que está claro es que el vuelco no vendrá de sus oficinas. El cuándo, el cómo y el por qué de las ocasiones perdidas para crear un nuevo statu quo en la música de baile tendremos que analizarlos en otra ocasión –hoy no–, pero lo que sí se nos antoja es que este mix-CD del equipo teutón llega a destiempo y con, una vez más, las ideas cruzadas. Ellos lo presentan como un viaje por medio siglo de minimalismo en la música, pero ese camino, que comienza por donde debe –el tercer movimiento de “Electric Counterpoint” (Steve Reich), con esa guitarra de Pat Metheny que samplearon The Orb en “Little Fluffy Clouds”, el primer segmento de minimalismo americano que recontextualizó la generación rave británica–, se tuerce acto seguido por caminos caprichosos.Vaya por avante que el disco es absorvente y recomendable, de hecho es un lanzamiento importante para la música de baile en este comienzo de 2009: pocos discos de DJ habrá con tanta calidad en la selección y gusto en la mezcla como este “The Grandfather Paradox” –título tomado, por cierto, de una de las paradojas clásicas de la física que estudia la posibilidad del viaje en el tiempo, que en la cultura pop ha sido referida con total acierto en la saga “Regreso al futuro”–; el problema del disco es que, en lugar de ilustrar sobre minimalismo y su significado, sigue una de las máximas de Eugeni D’Ors: ‘oscurezcámoslo’. ¿Es realmente el french house de I:Cube minimalismo? ¿Lo es el soul detroitiano de Green Pickles con la voz de Marcellus Pittmann? ¿Y el intelligent techno de Metamatics? ¿Por qué no hay elementos de Manuel Göttsching, o de Philip Glass, o esos edits de Can que tan bien le salen a Pilooski? Por supuesto, el tema de la selección es personal y abierto –si hablamos de minimalismo entendido como música en la que entran en juego los mínimos elementos y la repetición ingeniosa de los mismos para crear un efecto de creatividad máxima, el material es inabarcable–, pero la intención didáctica del mix naufraga. Si pretendían esclarecerle a los jóvenes clubbers el significado de la palabra de la discordia, dudamos que lo logren. En cambio, ofrecen un disco fluvial, exquisito, sin relleno, aunque sea parcialmente minimalista. Quédese cada uno con lo que prefiera, con la ética –lo primero– o la estética –lo segundo–. En caso de optar por lo primero, rápidamente deberemos recomendarle la reedición de “Studio Eins” (Studio 1, 2009), el CD en el que Wolfgang Voigt recopiló algunos de sus tracks de esquemático, escueto e insistente techno made in Colonia planchados originalmente entre 1995 y 1997, una de las vértebras esenciales de la columna del techno reduccionista junto con los maxis de Robert Hood, Jeff Mills, Basic Channel, Daniel Bell y Richie Hawtin. La cuota de historia y memoria del mes quedaría saldada sólo con esto

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